jueves, 9 de abril de 2015

LAS FIGURAS DEL DIABLO: EL MONO

Jerónimo Bosco - El Diluvio, La Humanidad acosada por los demonios: reproArte
 
LOS MONOS

 
Manuel Fernández Espinosa 


Rabanus Maurus (776-856 d. C.) sabía bien que todo símbolo tiene un envés y un revés: así, el "león" puede significar el diablo, como lo trae la primera epístola de San Pedro: "Sed sobrios y vigilad, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quién devorar" (1), pero resulta que el león también es emblema de Cristo como "león de Judá" que refiere el Águila de Patmos en su Apocalipsis: "No llores, mira que ha vencido el león de la tribu de Judá, la raíz de David, para abrir el libro y sus siete sellos" (2). Esta ambivalencia simbólica se halla incluso en el símbolo de la serpiente: la serpiente viene a cifrar por antonomasia un carácter diabólico, pero la serpiente de bronce (Números 21, 1-9) que alzó Moisés para remedio del pueblo es a su vez una figura veterotestamentaria de Cristo, por lo que en recta interpretación dice nuestro Aurelio Prudencio: "El camino seco del desierto estaba erizado de venenosas serpientes y las mordeduras infeccionadas diezmaban al pueblo; pero el inspirado conductor colgó en una cruz una serpiente de bronce y con ella cesó la peste" (3).

Un animal que a buen seguro tiene ganadas muchas simpatías por parte de nuestros lectores es el mono, pero el mono ha sido desde los más antiguos tiempos un símbolo del diablo. Y otra vez hemos de poner de relieve la ambivalencia del símbolo, pues el mono ha sido y es un animal incluso adorado en algunas religiones asiáticas: los chinos tienen a Sun Wukong (el Rey Mono) y los hindúes profesan adoración al mono Jánuman, compañero de Rama en el "Ramayana". Más próximos a la cultura bíblica, en Egipto, al dios Thot se le figuraba bajo el aspecto del Ibis, el ave sagrada egipcia, pero también se le representaba bajo aspecto de dios mono. Tanto Sun Wukong, como Jánuman o el simiesco Thot se relacionan con la sabiduría y el alfabeto. Sin embargo, la presencia del mono en el ámbito propiamente bíblico es bastante exigua: en el Antiguo Testamento se dice que Salomón llevó a su reino monos de Tarsis (1 Rey 10, 22), pero sin adjudicarle manifiestamente ninguna connotación simbólica. Sin embargo, en Isaías sí se ha interpretado que el profeta se refiere al babuino (bajo el nombre del "peludo" o el "sátiro"), adquiriendo -ahora sí- un valor siniestro, pues es mencionado, con otros animales diabólicos (e incluso con el demonio femenino Lilith), como una de las criaturas malignas que habitarán sobre la Edom arruinada bajo el castigo divino (Is. 34, 15.)
 
Pero no es el ámbito judío exclusivamente el que identifica al mono con una criatura con más defectos que cualidades positivas. En el ámbito grecorromano el mono, en líneas generales, no sale muy bien parado: las fábulas de Esopo (4) muestran al mono como una criatura presumida, ridícula, embustera, imitadora (y por ello hipócrita), al que se le reconoce -eso sí- cierta desenvoltura que se opone al desgarbo del camello. El rasgo (digamos con la venia que "psicológico") que se destaca del mono es su capacidad de imitar. Y en esa simulación están de acuerdo las más diversas fuentes clásicas del ámbito mediterráneo. Es en esa imagen que se había generalizado del simio en el mundo mediterráneo en la que tuvo que inspirarse Tertuliano (aprox. 160-220 d. C.) para plasmar esa fórmula que se le atribuye y que condensó el aspecto maléfico del mono a perpetuidad: "Diabolus est Dei simia" (el diablo es el mono de Dios). Nótese que, si ciertamente el tópico es de Tertuliano, Tertuliano nunca dijo que el mono fuese el diablo: la genialidad de Tertuliano fue comparar al diablo con el mono que, de suyo, es una criatura de Dios, pero que no puede disociarse de esa imagen grotesca que la antigüedad clásica atribuyó al simio, a diferencia de otras culturas orientales donde parece prevalecer incluso el culto al mono. 
 
La fórmula de Tertuliano cobró tanto predicamento que sería repetida generación tras generación en la Iglesia, pudiéndola encontrar en la literatura homilética o, en particular, en los sermones de San Bernardino de Siena (1380-1444). En la España del siglo XVII, la mística Sor Magdalena de la Santísima Trinidad (que profesó en el Monasterio cisterciense de San Ildefonso de Ocaña, desde 1620 hasta el año de su muerte 1677) escribió: "También tiene el demonio condición de mona, procurando remedar las obras de Dios, transfigurándose en ángel de luz y quiriéndose (sic) entremeter en la luz siendo la misma tiniebla" (5). En el ámbito protestante tampoco faltan los que tendrán presente esta frase de Tertuliano, desde Lutero hasta Abraham Calovius (1612-1686).
 
Pero el aspecto maléfico del mono se transvasaría de la literatura religiosa a la literatura profana. Es forzoso mencionar el capítulo XXV de la II parte del Quijote, donde Cervantes nos presenta al titiritero maese Pedro, acompañado por su mono "adivinador". El mono del que se acompaña el pícaro tiene la fama de revelarle al oído a maese Pedro el pasado y el presente de quienes, a cambio de dos reales, se lo consulten. Y esto escama a Don Quijote de la Mancha diciéndole a Sancho en un aparte: "el mono no responde sino a las cosas pasadas o presentes, y la sabiduría del diablo no se puede estender a más, que las por venir no las sabe si no es por conjeturas, y no todas veces; que a solo Dios está reservado conocer los tiempos y los momentos, y para Él no hay pasado ni porvenir que todo es presente. Y siendo esto así, como lo es, está claro que este mono habla con el estilo del diablo" (6).
 
Aunque la superstición popular ha sostenido que los "familiares" de las brujas han sido preferentemente los "gatos negros", Johann Wolfgang von Goethe conduce a Mefistófeles y al doctor Fausto (7) a la cocina de una bruja que a falta de gato negro se hace acompañar por toda una familia de monos cuyo patriarca simiesco, mostrando el cinismo que caracteriza la obra, dice a Mefistófeles: "Juguemos a los dados y procura hacerme ganar. Hazme rico, y los defectos que ahora tengo mañana serán cualidades envidiadas de todos aquellos que no disfrutan de una fortuna igual a la que yo posea". Para la elaboración del "Fausto", Goethe empleó muchos años y, según afirma Rüdiger Safranski, aunque aparcaba el manuscrito, "leía ávidamente fuentes sobre magia, brujería, alquimia y un "Espejo de costumbres de pueblos extranjeros". Todo era una preparación para "La Noche de Walpurgis"." (8)
 
Aunque Goethe no pudo, por razones cronológicas, leer la Summa de los grimorios (esto es: "Dogme et rituel de la haute magie", del año 1854), de Eliphas Levi (1810-1875), el ocultista francés nos revela una clasificación de los animales "mágicos", en que habla de septenarios de animales: siete por el elemento aéreo, siete por el elemento acuático y siete por el elemento terrestre. Entre los siete animales mágicos que se asocian al elemento tierra figura el mono (9).
 
En la pintura tampoco falta la caracterización maléfica del simio, buen ejemplo es el óleo de Jerónimo Bosco que encabeza este artículo: "La humanidad acosada por los diablos". Y tampoco soslayemos la producción pictórica, no exenta de enigmas, de David Teniers el Joven (1610-1690). Teniers el Joven es con toda justicia heredero del bisabuelo de su esposa, Pieter Brueghel el Viejo, y del mismo Jerónimo Bosch. El mundo pictórico de Teniers está poblado por monos que forman inquietantes escenas domésticas, vulgarmente estas estampas han sido interpretadas como escenas satíricas, pero contienen el mismo mensaje cifrado que aquí hemos tratado de exponer, que puede resumirse brevemente: al igual que el mono imita al hombre, el diablo imita -como el mono al hombre- a Dios.
 
Mencionemos, sin detenernos por ahora, que la vulgar idea que ha calado en la mentalidad occidental tras la lectura superficial de Darwin (que enunciaríamos como: "El hombre viene del mono"), no puede ser entendida sino como una inversión del orden, inversión metafísica que está ganando la partida en nuestros tiempos, puesto que admitir que el hombre esté en dependencia biológica y genética del simio termina por naturalizar al ser humano, arrebatándonos el parentesco divino, lo que supone en términos prácticos la consumación de la satánica impostura: destruir al hombre es destruir "la imagen y semejanza de Dios".

Satanás, nunca lo olvidemos, es el antagonista de Dios, el padre de la mentira y el homicida, el gran misántropo. Cuando sobre la tierra hubo más santos, el juego del diablo estaba destapado y éste desarmado: Satanás no era más que el "mono de Dios", su papel había sido reducido al de farsante fácilmente desenmascarable; pero hoy, cuando parece que ha menguado el número de los santos, Satanás ha persuadido al género humano de que el mono es su ancestro y algunos hasta han terminado imitando al mono. En ese engaño, uno más de los muchísimos de que es progenitor, se está ejecutando la venganza diabólica.

Las edificantes enseñanzas que se deducen de este antiquísimo símil tradicional, consistente en hacer del diablo el "simio de Dios", plasmado magistralmente en tantas obras artísticas, podrían ser tema para otra ocasión. Pero confiamos en que el lector avisado podrá extraerlas por sí mismo.
 
 
 
 
Foto de un usuario.
Monos en la cocina, Teniers el Mozo
 
 CITAS EN LATÍN Y OBRAS MENCIONADAS: 
 
(1) "Sobrii estote et vigilate, quia adversarius vester diabolus tamquam leo rugiens circuit quaerens quem devoret." (1 Pe. 5, 8) 
 
(2) "Ne fleveris, ecce vicit leo de tribu Iuda, radix David, aperire librum et solvere septem signacula eius." (Ap. 5, 5)
 
(3) "Feruebat uia sicca heremi serpentibus atris,/iamque uenenati per uulnera liuida morsus/carpebant populum, sed prudens aere politum/dux cruce suspendit, qui uirus temperet, anguem." ("Dittochaeum" [Cuadros de Historia Sagrada], Aurelio Prudencio)

(4) Esopo, "Fábulas", Biblioteca Básica Gredos.
 
(5) Citado por Cristina Castillo Martínez en "Visiones y símbolos en "Luz del entendimiento" de sor Magdalena de la Santísima Trinidad".

(6) Miguel de Cervantes, "Segunda parte del ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha", Editorial Cátedra Letras Hispánicas.

(7) Johann Wolfgang von Goethe, "Fausto", Editorial Cátedra Letras Universales. Hemos citado, no obstante, la traducción de Francisco Pelayo Briz, para la Editorial Espasa-Calpe por parecernos, en este pasaje, mucho más clarificadora que la que traduce Cátedra Letras Universales.

(8) Rüdiger Safranski, "Goethe y Schiller. Historia de una amistad", Tusquets Editores.

(9) Eliphas Levi, "Dogme et rituel de la haute magie".
 

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