miércoles, 20 de agosto de 2014

ALEGORÍA DE LA FILOSOFÍA, SEGÚN BOECIO



 
 

 
 
 
LAS MIXTIFICACIONES DE FULCANELLI
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
"El misterio de las Catedrales" de Fulcanelli, publicado en París en 1929, es uno de los clásicos del ocultismo alquímico traducido a muchos idiomas. En España se publicó en 1967 y sigue reeditándose, habiéndose convertido en un libro básico para los "aprendices de brujo". En Francia, Gérard de Sède y tantos otros autores, vinculados a grupos ocultistas, siguieron la estela de Fulcanelli, ofreciendo libros como "El misterio gótico" o "Los templarios están entre nosotros".
 
En España "El misterio de las Catedrales" se ha convertido desde 1967 en un referente para todo "aprendiz de brujo" e incluso escritores españoles como Juan Eslava Galán se han inspirado en dicho libro para hacer sus cábalas, poniéndose a interpretar desde un enfoque ocultista cualquier elemento de nuestras catedrales: Juan Eslava Galán lo hizo con la Catedral de Jaén en "El enigma de la mesa de Salomón". El resultado es que se ha producido toda una subliteratura que, declare o no su deuda con Fulcanelli, es dependiente de "El misterio de las Catedrales" y, en menor medida, de "Las moradas filosofales" del mismo Fulcanelli. De este modo, los templos cristianos antiguos son reinterpretados según parámetros ajenos al cristianismo, con la tendencia de presentar el cristianismo como un fenómeno religioso sincretista, desprovisto de originalidad.
 
Es indudable la atracción que ejerce "El misterio de las Catedrales", en tanto que ofrece una interpretación de los símbolos muy sugerente para el lector medio. Sin embargo, el lector perspicaz advierte tergiversaciones interpretativas que acomodan la realidad monumental a las conveniencias de su intérprete. Y dada la vasta cultura que muestra Fulcanelli, estas tergiversaciones no pueden ser atribuidas a error o descuido, sino a una intención manipuladora que oculta datos al lector.
 
Veamos un ejemplo paradigmático. Cuando Fulcanelli pone al lector frente a la Catedral de Notre Dame de París, repara en una de las alegorías plasmadas en el pilar central, la que ocupa el lugar de honor. Y la describe así:
 
"Sentada en un trono, lleva un cetro -símbolo de soberanía- en la mano izquierda, mientras sostiene dos libros con la derecha, uno cerrado (esoterismo) y el otro abierto (exoterismo). Entre sus rodillas y apoyada sobre su pecho, yérguese la escala de nueve peldaños -scala philosophorum-, jeroglífico de la paciencia que deben tener sus fieles en el curso de las nueve operaciones sucesivas de la labor hermética".
 
Sin más identifica esta imagen con una alegoría de la Alquimia, la describe como hemos citado y a continuación desarrolla su discurso. Pero, ¿es ciertamente la Alquimia la que está figurada ahí?
 
Para una mejor identificación de la alegoría que se representa habría que ir a "La Consolación de la Filosofía" del filósofo romano Severino Boecio (aprox. 480-524 d. C.). En esa obra fundamental de la filosofía occidental, podemos leer la escena en que, ante el atribulado Boecio, irrumpe la Filosofía. La Filosofía aparece bajo figura femenina y así nos la describe:
 
"...la figura de una mujer de sereno y majestuoso rostro [...] Su vestido lo formaban finísimos hilos de materia inalterable [...] en su parte inferior veíase bordada la letra griega "Pi" (π), y en lo más alto, la letra "Thēta" (Θ). Y enlazando las dos letras había unas franjas que, a modo de peldaños de una escalera, permitían subir desde aquel símbolo de lo inferior al emblema de lo superior. [...] La mayestática figura traía en su diestra mano unos libros; su mano izquierda empuñaba un cetro".
 
La letra griega "Pi" en los pies del vestido de la Dama Filosofía es la inicial de πρᾱξις (praxis) y la letra "Thēta" la inicial de θεωρία (Teoría). Boecio nos presenta de este modo a la Filosofía que consuela a quien se aplica a ella: la escala es un formidable símbolo que nos remite a alzar la mirada desde el mundo terrenal en el que vivimos y actuamos a las altas cimas de la contemplación teorética de los principios metafísicos. Pero hemos de pensar que, así como hay un movimiento de ascensión gradual que levanta al filósofo de lo terreno a lo celeste, hay otro momento de descenso que, toda vez conquistada la verdad teórica, pone en condiciones de hacerla práctica en el mundo terreno, bajando al suelo donde se pisa. Por la Filosofía el hombre se instruye para escalar esos peldaños arriba y abajo. La alegoría aquí plasmada es de raigambre platónica: nos recuerda el ascenso de la alegoría de la línea y también la liberación del que es presa de las sombras de la caverna.
 
En cuanto a los libros y el bastón, Fulcanelli anda más atinado: el libro cerrado puede simbolizar la enseñanza esotérica que sabemos existía en escuelas filosóficas antiguas como la pitagórica, la platónica y la aristotélica, pero que nada tiene que ver con la engañifa que por ahí se jacta de "esoterismo" (en su peor acepción) y el libro abierto indicaría la enseñanza exotérica, vulgarizada por estar dirigida a un mayor público; por ejemplo, en este sentido los pitagóricos llamaban "acusmáticos" a sus seguidores menos comprometidos y reservaban el nombre de "matemáticos" para los que tenían acceso a la doctrina más avanzada. El cetro o bastón, en efecto, es un símbolo de poder: como el bastón de Moisés. Poco importa que Boecio nos describiera a la Filosofía de pie, mientras que su alegoría plasmada en Notre Dame de París esté sedente en un trono.
 
El tema no se agota aquí, pues mereciera todo un estudio mucho más profundo de las plasmaciones escultóricas o pictóricas que de la Filosofía (y de la Sophía) se han realizado en miles de años. Pero era conveniente recordar que el motivo de la alegoría que Fulcanelli identificó con la Alquimia, encuentra su más plausible inspiración en "De Consolatione Philosophiae" del filósofo cristiano Boecio, un filósofo cristiano al que no puede imputársele achaque de alquimia gnóstica sin faltar gravemente a la verdad.

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